Tuesday, June 14, 2005

El Caso Schiavo: Algunos elementos para el discernimiento etico

Publicado en la Revista Laicos Ignacianos (Marzo 2005)

Sebastián Kaufmann Salinas

En las últimas semanas la opinión pública mundial se vio remecida por el caso de Teresa Schiavo, quien hace 15 años sufrió una complicación cardiaca que la dejó en lo que se llama un estado vegetal permanente. Es un caso muy complejo que enfrentó a su marido, Michael Schiavo, con los padres de Teresa. Mientras él quería que ella fuera desconectada del tubo estomacal a través del cual recibía alimentos e hidratación, los padres de la mujer insistían en que ella siguiera recibiendo alimentación y líquidos.

El estado de Florida permite que se le interrumpa la alimentación a personas en estado vegetal permanente, siempre y cuando la paciente haya manifestado tal deseo, lo que comúnmente se hace a través de una declaración llamada “living will”. El problema es que Teresa Schiavo no dejó nada por escrito al respecto. Sin embargo, el marido señaló que ella le manifestó tal deseo antes de que se enfermara.

Los padres de Teresa, más que negar que ella pudo haber manifestado tal voluntad, cuestionaron las intenciones de Michael, diciendo que él tendría intereses personales en que ella muriera, al estar con otra mujer y tener dos hijos en esa unión. Además, según los padres, el estado de Schiavo no era irreversible y no estaban perdidas todas las facultades superiores del cerebro.

Después de una larga batalla legal, las cortes de Florida fallaron a favor del marido, ordenando que se interrumpiera la alimentación de Schiavo. El caso tomó tales connotaciones nacionales y políticas, que el Congreso norteamericano dictó una ley para que el caso fuera revisado por las cortes federales, las que se negaron a revertir la medida anterior, de tal modo que el 31 de marzo, Teresa Schiavo murió.

Este asunto se puede tomar desde muchas perspectivas (políticas, jurídicas, médicas y éticas). Yo me concentraré en algunas de las implicancias éticas aquí envueltas.

Para entender mejor el dilema ético podemos atender a los argumentos que se han dado para defender o atacar la decisión de las cortes de Florida. Quienes estaban por dejar vivir a Schiavo, argumentaban que la vida humana es inviolable y que una persona en estado vegetal sigue siendo un ser humano, y que por eso merece el mismo cuidado y respeto que una persona con todas sus facultades intactas. Quienes estaban a favor de que se le interrumpiera la alimentación, decían que ella misma manifestó su voluntad de morir en caso de producirse una situación como la que ocurrió. Además agregaban que no sólo es importante cuidar la vida sino también la calidad y la dignidad de la vida humana, la que en un caso como éste se ha perdido. Incluso más, algunos sostienen que una persona en estado vegetal permanente en realidad ha perdido su condición de persona humana pues todas las funciones superiores de la mente han cesado (cognición, emoción, conciencia, etc.).

Como se puede observar, aquí hay varios puntos donde se produce el dilema. Trataré de enumerarlos y de pasada manifestar lo que es la doctrina de la Iglesia en cada uno de las cuestiones:

1. Definir la vida y la muerte: Con los avances de la medicina, se ha hecho crecientemente complejo definir en algunos casos el momento en que se produce la muerte. Antiguamente, el criterio de muerte era el paro cardiaco irreversible que trae como consecuencia el cese de todas las demás funciones. Sin embargo, hoy es posible que el corazón siga funcionando, aunque las facultades cerebrales estén casi por completo idas. Es el caso de la muerte cerebral, que para la mayoría de los expertos hoy se asimila a la muerte de la persona (aunque algunos discuten tal criterio). Se argumenta que una persona con sus funciones cerebrales extinguidas, aunque respire y su corazón palpite, no está de hecho viva. En el caso de Schiavo, hay algunos que argumentaron de la misma manera, diciendo que una persona con las funciones superiores del cerebro atrofiadas, no es ya más una persona, sino un mero cuerpo mantenido vivo a la fuerza. Así como con el criterio de la muerte cerebral hay cierto consenso en que en tal caso se trata de muerte real, en el caso de las personas en estado vegetal permanente, la mayoría, incluyendo la Iglesia Católica, sostiene que esas personas están vivas y que por lo mismo merecen los mismos cuidados que cualquier ser humano.

2. ¿Qué tipo de tratamientos y de cuidados se les debe dar a un enfermo?: Todos estamos de acuerdo que a un enfermo con posibilidades de recuperación se les debe proporcionar todos los tratamientos posibles que se dispongan en un determinado momento. En cambio, si un paciente se encuentra en un estado terminal de enfermedad, se acepta que los tratamientos sean proporcionados a las posibilidades de recuperación. Así, es perfectamente razonable que una persona con un cáncer muy avanzado decida no someterse a un tratamiento muy doloroso que sólo le prolongará un tiempo la vida o que tiene muy pocas posibilidades de éxito. Esto también es aceptado por la Iglesia Católica. El problema se plantea con enfermos que no están terminales pero cuya recuperación es muy improbable (personas conectadas a un respirador artificial o a una sonda de alimentación como en el caso de Schiavo, por ejemplo). Aquí se suele distinguir entre cuidados ordinarios y extraordinarios. En general se acepta que una persona sin posibilidades de recuperación no reciba tratamientos extraordinarios (si la familia así lo decide o la persona ha manifestado esa voluntad). Por lo mismo, en general se considera éticamente aceptable que una persona conectada a un respirador artificial sin posibilidades de recuperación sea “desconectada”. En el caso Schiavo el problema estaba en determinar si la alimentación por sonda es un tratamiento extraordinario o tan sólo un cuidado mínimo que merece todo paciente. El Papa Juan Pablo II expresamente dijo que la alimentación, aunque sea a través de una sonda, es un cuidado mínimo y no un cuidado extraordinario. Por esa razón la decisión de interrumpir la alimentación a Schiavo fue duramente criticada por el Vaticano que considera que lejos de ser la interrupción de un tratamiento extraordinario, es privarle al enfermo de un cuidado mínimo al que tiene derecho.

3. El problema de la calidad o de la dignidad de la vida: A muchos nos ha tocado ver a amigos o parientes cercanos vivir en condiciones tan deterioradas, que uno a veces desearía que Dios se llevara a ese ser querido. Los partidarios de la eutanasia señalan que la persona tiene derecho a tener una vida digna bajo condiciones de calidad mínimas, de tal modo que si la existencia se transforma en un tormento físico la persona tiene derecho a pedir que se le ponga fin a su vida. Para la Iglesia Católica la vida siempre es digna de ser vivida, independiente de los sufrimientos o de las incapacidades que existan. Si bien apoya todo tipo de cuidados paliativos y de tratamientos para hacer más soportable el dolor, cree que los seres humanos no tenemos el derecho de disponer de nuestra propia vida, por muy “invivibles” que sean las condiciones. La Iglesia sostiene que en cualquier condición, por muy penosa que sea, es posible hallar un sentido al sufrimiento. Este argumento de la calidad y dignidad de la vida, también fue usado en el caso Schiavo. Muchos dijeron que no tiene sentido una vida “vegetal”.

4. El problema de la capacidad para decidir sobre la propia vida: Mientras para los partidarios de la eutanasia una persona puede decidir poner fin a su vida cuando el estado es irrecuperable y hay un dolor insoportable, para los católicos no existe tal derecho sobre la propia vida. De ese modo, se considera que lo que haya decidido Schiavo antes de su enfermedad, no le daba el derecho a su marido ni los médicos para interrumpir esa vida (ni tampoco a ella si hubiera estado consciente).

Así, siguiendo los principios que inspiran a la Iglesia Católica en materias de bioética, el interrumpir la vida de Schiavo fue un acto inmoral. Para algunas personas estos argumentos pueden parecer rígidos. En mi opinión, lo que la Iglesia Católica está defendiendo a través de estas consideraciones son los siguientes principios:

1. No tenemos autoridad para decidir sobre la vida y la muerte ni de nosotros ni de otras personas. Aquí se trata de afirmar que Dios es Dios y que sólo a El le toca decidir sobre la vida y la muerte (por eso que también la Iglesia se ha manifestado en general en contra de la pena de muerte).

2. Toda vida es valiosa, aunque aparezca absurda, sin sentido, disminuida o privada de las facultades con las que se asocia generalmente lo humano. Este argumento es importante, pues la Iglesia teme que se introduzca una mentalidad economicista sobre la vida que sólo considere digna la vida que “aporta”, cayéndose en una mentalidad discriminatoria en contra de los más débiles, en contra de los enfermos mentales o en contra de los ancianos.

Los casos de bioética son extremadamente complejos. Con estas consideraciones no pretendo agotar el tema, sino simplemente aclarar algunos puntos que nos permitan formarnos un juicio y tener criterios de discernimiento sobre estas materias que probablemente irán tomando una creciente relevancia en nuestro país.


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